miércoles, 7 de diciembre de 2011

El viaje (cuento)

Roberto y Carmen están muy felices, por fin podrán alzar y besar a la nieta, la única, Victoria, quien acaba de cumplir un año. Esperan ansiosos la llegada de su hija Sofía junto al marido y la beba. No la conocen personalmente, tan solo por fotos y la “webcam”, que compraron precisamente para acercar la distancia.
Roberto se jubiló en la Marina Mercante, después de recorrer todos los océanos alrededor del globo. Carmen es la típica ama de casa, preocupada y ocupada por el hogar. Decidieron escapar de la gran ciudad, barrio de Palermo, para radicarse definitivamente y en el zenit de la vida, en la que era casa de vacaciones, en Villa Gesell.
El nacimiento de Victoria, o todo lo previo a su llegada al mundo fue traumático. Sofía no podía llevar a término los embarazos, perdió tres a los noventa días de gestación; pese a los cuidados y reposo extremo que seguía según consejo médico. Luego de cinco años de matrimonio y cuando estaban pensando en adoptar, la naturaleza dijo sí, naciendo con tres kilos cuatrocientos la criatura. Carmen había decidido acompañarla en el tramo final del alumbramiento, a los seis meses, trasladándose a la Capital Federal. A poco de partir se resbaló en la calle, sufriendo la quebradura de la muñeca derecha; yeso y calmantes inyectables por sesenta días impidieron el viaje.
Vieron parte del crecimiento de la niña a través del ordenador. La escucharon, le cantaron alguna canción de cuna, y como no podía ser de otra manera se emocionaron.
Sofía es una pintora que expuso en el país con relativo éxito, logró vender algunas obras a un precio módico, importante para alguien que aún no se ha ganado un nombre. Está terminando un cuadro gigante, tres metros de largo por dos de ancho, lleva un año en la tarea. Juan se lo recrimina bastante seguido; medio en broma, medio en serio. El departamento de Flores en el que viven no es muy grande, su atelier, un espacio ganado al depósito de enseres varios, es imposible de recorrer sin pisar un pomo, un pincel o un oso de goma. A todo eso “ahora hay que sumarle la vela de una fragata”, acota Juan y sale corriendo para que no impacten objetos diversos sobre su humanidad.
Juan se encuentra en el mejor momento de la carrera profesional como director y guionista de cine. Conmovió al público y al jurado de Huelva y del Festival de Berlín con un cortometraje sobre los pueblos originarios de América del Sur: “A toda sangre”. Obtuvo dos premios y el elogio de la crítica. Pronto comenzará a rodar el primer largo. El productor que lo banca ya consiguió la firma de los actores que fueron pedidos especialmente por él para esta película. Va a aprovechar este mes en la costa para corregir el libro, aunque prácticamente está listo.
Roberto en la cocina termina de adobar un lechoncito, lo cocinará durante unas seis horas en el horno de ladrillos que tiene en el jardín, al lado de la parrilla. A eso de las cuatro de la tarde encenderá la leña.
Carmen, subida a la escalera, no deja un centímetro en el techo libre de globos y guirnaldas. Suena el teléfono.
¡Atiendo yo! -grita el esposo. -Hola…
-Papi, ya estamos saliendo, después los llamo desde la ruta.
-Viajen tranquilos eh.
-Sí papá, por eso vamos un jueves, a esta hora no hay mucho tráfico y vos sabés como maneja Juan, nunca pasa de 110.
-Si, ya se, ¿cómo está mi gordita?
-Bien, ahora la pongo en la silla. Un beso y los llamo después.
-Chau amor, ¡Ah!, dice tú madre que no olvides traer el costurero de la abuela…
-Sí papi, ya lo guardé, beso.
-Chau.
Carmen, desde “las alturas” le pregunta al esposo a qué hora llegarán.
-La ruta está tranquila, Juan no anda muy rápido, así que calculo unas cinco horas.
-Ahora son la diez, ¿a las tres están acá?
-Sí, más o menos a esa hora.
Realmente el día se presenta ideal para viajar; el cielo limpio, libre de nubes, una leve brisa y 27 grados. Cada tanto Sofía gira para mirar la beba, duerme plácidamente amarrada a la silla. Ni bien subieron al coche le entonó una canción de cuna y se durmió de inmediato, pararon sólo para darle de comer.
-Hola Sofi…
-Si mami…
-¿Cómo está Victoria?
-Durmiendo, hace dos horas le di la teta.
-Bueno “mijita”, en una hora ya están acá…
-Sí, no más de eso.
-Los esperamos, te amo mucho.
-Yo también má.
Sofía imaginó, los conocía muy bien, todo lo que habrían organizado para este recibimiento. Lo que no imaginó es que al girar en la curva que ahora se divisaba, a trescientos metros, un camión fuera de control, y cuyo conductor está completamente borracho cruzará al carril de ellos. Tampoco imaginó, lo subestimaba en esto de manejar, que Juan tuviese semejantes reflejos. En una rápida maniobra, firme con las dos manos al volante, se precipitó hacia la derecha buscando la banquina, gritó “¡tranquila!” y continuó paralelo a la ruta, sin pisar el freno, con el auto a los brincos, sorteando pozos y disminuyendo de a poco la velocidad hasta detenerse muchísimo más adelante. El corazón de ambos estaba a punto de estallar, él, todo transpirado la abrazó y besó. La beba, despierta y con una sonrisa gigante desde su silla los miraba, les regalaba la primera palabra: “paaapá, paaapá…”.

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